HISTORIA DE UN APOCALIPSIS

Una de las series más inquietantes que han hecho los ingleses en estos últimos años se llama Survivors y es la historia de un Apocalipsis. Otro más. Va de una epidemia que acaba con el 99%  de la población mundial. La civilización moderna, por supuesto, desaparece. Comienza, de la noche a la mañana, una nueva era para los supervivientes. Y curiosamente, lo que plantean los guionistas es que el mayor peligro al que tendrían que enfrentarse no sería el hambre ni los animales salvajes ni la inmensa tristeza de saberse sobreviviente en un mundo de muertos. El gran peligro serían los propios hombres. Los otros.
Más o menos como ahora. Usted o yo podríamos recorrer tranquilamente Europa de punta a punta, sin preocuparnos, como nuestros abuelos, ni de lobos ni de osos, pero sin perder de vista a los otros hombres porque en ello nos iría la vida.
Observe ahora mismo el salón de estudio de cualquier biblioteca pública. Abarrotado de chicos que estudian para los exámenes que se aproximan. Saben que el futuro que les estamos labrando es incierto pero ellos se atrincheran tras un muro de libros y esperanza. Ninguna otra generación tuvo como ésta tantas papeletas para la felicidad, y tantos motivos para desconfiar de los otros. Políticos incompetentes, bancos avariciosos, mercaderes que son como gusanos taladrando una manzana. Quizás no nos demos cuenta, pero ya estamos infectados por ese virus de la estupidez que amenaza con asolar al mundo.
Yo miro a estos muchachos que estudian y quiero creer que del talento de alguno de ellos nacerá ese libro, esa fórmula, esa filosofía que regenere, no la macroeconomía, sino el sentido de la dignidad. Ese por el que un hombre no tendría que temer a los otros hombres.

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