LA CRISIS DEL NEGRO

Jano, el dios de las dos caras, o el negro de sí mismo.
 Es preciso cambiarlo todo para que todo siga como está
Giuseppe di Lampedusa

 La primera cosa que tuve clara en la vida fue que quería ser escritor. La segunda, que carecía de talento para lograrlo. Así pues, en cuanto ahorré unos euros, fui al mercado negro y contraté a un negro, con perdón por la redundancia. Lo que yo no sabía es que un negro de cierto nivel y categoría cobrase honorarios de supervedette, por lo que hube de apañármelas con uno modesto, uno que no sabía leer ni escribir, es decir, un negro más bien tonto e inútil. Pero como el daño ya estaba hecho y no era cuestión de quedar, una vez más, como un idiota ante la familia, no despedí a mi negro sino que, a escondidas, me puse a escribir y a escribir como un negro, con perdón, y lo que iba saliendo lo enviaba a periódicos y a revistas, firmando todo, por supuesto, con el nombre de mi negro.
Llevé una doble, agotadora vida y, a la vuelta de unos años, ya tenía yo, es decir, mi negro, un mediano prestigio en el mundo de las letras. Había logrado, a la chita callando, eso que en el oficio, pomposamente, llamamos hacerse con un nombre. Un nombre más falso que Judas, sí, pero qué quieren que les diga, así es la rosa
Si alguien escribiera mi biografía, a estos años los llamaría los del boom o de la burbuja. Luego, cuando se descubrió que lo del negro era un fraude y que detrás de ese escritor de éxito se escondía un tipo cualquiera, las ventas cayeron en picado, ya que los tipos cualquiera no son santos de la devoción de nadie. En consecuencia, el director nos puso de patitas en la calle, al negro y a mí, y en nuestro lugar ha contratado a un escritor profesional, a un tecnócrata que le saque de la crisis. Pero, como el tecnócrata tiene sueldo de supervedette, se permitió contratar a mi negro. Y mi negro, que sigue sin saber leer ni escribir, me ha contratado a mí. Y en esas andamos. 
Publicado en la contraportada del periódico Extremadura

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