LA HERENCIA RECIBIDA

Vamos a ver, chaval, si te enteras y dejas de soltarme la monserga de que este país es una cueva de ladrones. Estoy hasta la alopecia de escuchar sobre la gente de mi edad como si de tontos de baba se tratase. Vale que nos engañaron con la Transición y lo que vino después, pero una palabra más acerca de que la culpa es de la herencia recibida y te araño. Si el país no te gusta, pues arremángate y haz algo por mejorarlo, pero basta de jeremiadas. Porque, si nos ponemos a hablar de herencias, déjame que te cuente como yo lo veo.

Desde Carlos V hasta Franco, España era como la bruja de Blancanieves, un carcamal retorciéndole el pescuezo al espejo de la Historia para que le dijera que ella era la más guapa, la más cristiana, la reserva espiritual de Europa. Convirtieron a España en algo diferente, sí, tan diferente  como que vivía de espaldas al progreso. Mientras por los otros reinos pasaban el Romanticismo, la Revolución Industrial, la guerra contra los fascismos, aquí nos atrincherábamos en pasodobles, procesiones, toros, y agua, azucarillos y aguardiente.

En esas seguiríamos si este fuera un suelo donde sólo florecen gilipollas y mangantes, como pretenden hacerte creer. La prueba de que no es así la tienes en que tú mismo puedes plantarte a la puerta de un juzgado y llamar ladrón a todo un duque sin que tus huesos acaben en la cárcel. Conquistas de gente audaz y válida, a cuyo abrigo se arrimaron los adoradores de la bruja de Blancanieves. Manzanas emponzoñadas que no son todo el cesto. No digo que te conformes. Digo que salgas a la calle, que grites, esculques, limpies. Porque tú sí puedes. Es tu herencia. No cometas el error de cruzarte de brazos con la excusa de que esta raza es un sindiós. No querrás dejar esa herencia.

Publicado en el periódico extremadura el sábado 23 de febrero del 2013

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