COMPRAR, DORMIR, COMPRAR

He arrojado por la ventana dos borbotones de insomnio y la noche ni se ha inmutado. Delante de mis ojos, despatarrado y frío, el cadáver del invierno. A mi espalda, ovillada araña de carne, mi hija teje los últimos sueños de su infancia. En noches así parezco un alma en pena que pasea por la casa su forzosa condición de ángel de la guarda. He entrado en su habitación de puntillas en mitad de la madrugada sólo por mirarla dormir, sólo por beber un sorbo de su respiración caliente y me he quedado contemplándola unos segundos casi sin reconocerla, de lo mayor que está, de lo mayor que estoy.
Dicen que el insomnio es el recibidor de la locura, la antesala de la depresión, pero mi insomnio es de los amables, quizás porque está flanqueado por los sueños de las personas a quienes quiero. Preferiría, desde luego, vivir un rato en la libre fantasmagoría de los sueños, aunque, al igual que Cernuda, tendré que conformarme con la libertad de estar preso en aquellos cuyos nombres no puedo oír sin escalofrío.
No diré que me espanta la noche, porque la porción de noche que miro por esta ventana mía no es ni la mitad de pavorosa que será cuando amanezca, es sólo que me gustaría poder decirle estas cosas a mi hija si despertara y se pusiera a mirar conmigo el bostezo inmenso de la noche. Le diría cuánto lamento que la vida haya tomado este derrotero tan ridículo y tan distinto al que me hizo creer la lectura de ciertos libros. Casi treinta años debe hacer ya que leí El Mediterráneo y los bárbaros del norte, de Luis Racionero, donde exponía aquella teoría de una sociedad del ocio en la que el trabajo debía ser cosa de máquinas o, si acaso, un escape contra el aburrimiento. Hablaba este hombre de lo terrible que fue para la cultura del Mediterráneo la aparición de los bárbaros del norte. A ellos les importaba un comino el humanismo y los logros de la vieja civilización; lo que les interesaba, y les sigue interesando, es el goce del poder, el dinero. Llegaron gritando “por Odín”, ahora gritan “por Botín”. Hemos entregado nuestro destino y el de nuestros hijos a manos de mercaderes sin conciencia a cambio de un puñado de puestos de trabajo que no nos interesan y que ni siquiera están bien remunerados.
Hoy mismo he leído en la prensa que se extinguen los delfines de agua dulce, que cuatro mil niños de la misma edad de mi hija mueren al día por falta de agua, aunque en la misma página del mismo periódico se habla de la construcción en Qatar de trescientas islas artificiales para disfrute de quien pueda pagarlas y, unas páginas antes, el director del Centro Meteorológico Territorial de Extremadura advierte que no habrá marcha atrás para la Tierra si persistimos en seguir arrojando gases a la atmósfera.
Ya ves, mi pequeña, te he metido de lleno en la boca del lobo. Espero que sepas perdonarme. Te he traído, sin pedírmelo, a un mundo raro y complejo. Si miro por la ventana veo el Paraíso. Pero un Paraíso gobernado por estúpidos que pretenden silenciar nuestras ansias de vivir con un mezquino puesto de trabajo que la mayor parte de las veces no es más que otra forma de barajar la miseria. Por lo general no sirven ni para calmar la sed de una hipoteca. Ojalá que también tú, mi pequeña, tengas tu porción de Paraíso, aunque de seguir a este compás de consumo y devastación, las empresas que más puestos de trabajo aportarán en el futuro serán aquellas dedicadas al recuento de especies extinguidas y a catalogar enfermedades nuevas.
La oscuridad remite. Abre el día. Mi hija duerme por mí y por ella. Es la caja de ahorro de mis sueños. Mis mejores sueños. Disfruta de tu ración de Paraíso. Sueña, pequeña, que paseas por la orilla de una de esas islas artificiales de Qatar. Sueña. Incluso despierta. Dame a mi el oficio del insomne. 

One thought on “COMPRAR, DORMIR, COMPRAR

  1. Afortunado profesional del insomnio: qué bueno invertir tus sueños a plazo fijo en una empresa tan segura como largo-placista: la paterno-filial. Es inversión de riesgo y capitalización arriesgada… pero cuando sale bien debe ser un pelotazo!!!!!!!!!!!!!!!

    Muy bueno lo tuyo, Profesor.

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