LA PESADILLA QUE SE MUERDE LA COLA

Hacen falta maestros de la duda. Maestros del temple de Krisnhamurti, de Russell, de Lin Yutang, espíritus valientes y generosos, de los que enseñan a pensar manteniendo un pie en el estribo de lo incierto.
La duda añade humor a la vida y es motor de progreso; pero el año que acaba de comenzar tiene toda la pinta de ser un año de convicciones, de certidumbres; otro año más para los fanáticos y los tibios.
Se equivocó Bradbury en sus Crónicas Marcianas y se equivocó Huxley en su Mundo Feliz. Nada de positivas revoluciones tecnológicas, nada de grandiosos giros políticos, incluso las revoluciones que se están llevando ahora en los países árabes son apenas un leve soplo de esperanza para el humanismo: se las acabará tragando el sistema, como a todas las demás. No dejan espacio para las utopías.
Las mejores utopías son hijas del esfuerzo y el esfuerzo nace de la duda. Hoy estamos, para nuestro desconsuelo, bajo el imperio de los que lo saben todo, los que no dudan. Dirigen nuestros pasos así en la Tierra como en el Cielo. Sólo la mano del que no duda puede firmar esos convenios que ponen a la mitad de la población en la boca del hambre y a la otra mitad rendidos a los pies del sistema.
Hay que estar muy borracho de certeza para no verse a sí mismo en la desdicha de los otros. Pero el amodorramiento de la televisión, el empacho de desgracias que nos sirve a diario la prensa y la radio nos tienen curados de espanto. También en eso se equivocó Bradbury. Ideó en su Fahrenheit 451 la destrucción de la cultura como remedio para adormecer la conciencia de la sociedad. Y la historia del año 2010 nos demuestra que no se necesita de tanto aparato. Basta con atiborrar de información los ojos y los oídos del personal para quedarlo narcotizado frente a un pocillo de palomitas.
Sólo así se explica la indiferencia con la que asistimos a espectáculos de los que abomina el sentido común: dictadores que mueren en sábanas blancas, bancos reclamando cuotas a tipos a los que ya embargó el piso y que no tienen ni donde caerse muertos; políticos que se han hecho ricos vendiendo el cuento de la igualdad; el problema de la sucesión de Zapatero convertida en cuestión de Estado; el problema de la sucesión del Rey convertida en cuestión de Estado. Ruedas de molino. La pesadilla que se muerde la cola.
Estoy con Lin Yutang: toda felicidad es biológica. Los conflictos no se detendrán hasta que los poderosos no remedien las carencias biológicas de los desamparados. Parece una utopía pero, ¿acaso no vivimos ya en una utopía? ¿No es utópico imaginar una fiesta donde unos pocos se comen el puchero mientras el resto, que son la mayoría, observa con los brazos cruzados cómo les llega la muerte, tan callando?
Pues en esas estamos en los comienzos de este 2011. Un año más sin maestros. Y, lo que es peor, los tontos de la clase han tomado las riendas.

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