Tertuliano, de la fe al insulto

Tertuliano 155--220 d. C.

La palabra tertuliano nació como mote o apodo burlón que se le dio en el siglo XVII al público que ocupaba la parte alta de los teatros, por ser éstas personas de clase social relevante, y que, al parecer, gustaban de mostrar su supuesto nivel cultural aderezando las conversaciones con muchas citas de Tertuliano, uno de los padres de la Iglesia, nacido allá en Turquía por el siglo II de nuestra era.

En el diccionario de Autoridades de 1739 se recoge por primera vez la voz tertulia con tres acepciones. 1. La junta voluntaria o congreso de hombres discretos, para discurrir en alguna materia. 2. Se llama también la junta de amigos y familiares para conversación, juego y otras diversiones. 3. En los Corrales de Comedias de Madrid es un corredor en la fachada frontera al teatro superior y más alto a todos los aposentos.

A partir del Autoridades no ha habido diccionario que no la incluyera en su lexicón, pero ninguno, académico o extraacadémico, ha incluido jamás su etimología. La RAE le concede un origen incierto. Es el lexicógrafo Joan Corominas quien apunta como verosímil la idea de relacionar esta palabra con el nombre de aquel patriarca de la iglesia, el ínclito Quinto Septimio Florente Tertuliano.

Nació este hombre hacia el año 155 en Cartago y murió en esa ciudad después del 220. Fue un moralista rigorosísimo, hasta el punto de que las ideas de los cristianos de su época le resultaban muy relajadas y decidió pasarse al movimiento heresiarca de los montanistas que, entre otras lindezas, se cortaban los testículos para alejar los malos pensamientos. Como tampoco estos montanistas le convencieron, montó su propia escuela o doctrina, a la que caracteriza un desprecio absoluto por cualquier ciencia que desdiga lo dicho en la Biblia. Así, en su libro Praescriptione, 7-1, dice: “No tenemos necesidad de curiosear, una vez que vino Jesucristo, ni hemos de investigar después del Evangelio. Creemos, y no deseamos nada más allá de la fe: porque lo primero que creemos es que no hay nada que debamos creer más allá del objeto de la fe”.

Este era el eminente sabio y padre de la iglesia Quinto Septimio Florente, muy valorado por San Agustín, otro sapientísimo y liberal patriarca, y al que, en opinión de muchos, se le llamó Tertuliano porque se le consideraba tres veces más sabio que Marco Tulio Cicerón, esto es, un Ter Tulio. Dice Corominas que esta etimología está fundada en una mala interpretación de un pasaje de San Agustín donde philosophaster Tullius se convirtió en philosophus ter Tullius. La idea es ridícula, claro, pero fue defendida por el ala conservadora de la iglesia, a la que convenía alzar a un patriarca por encima de un pensador pagano. A los filósofos más liberales les sonaba a simpleza. Y durante años estuvieron discutiendo unos y otros sobre la etimología de la palabra, poniéndose cual no digan dueñas, pero sin llegar nunca a un acuerdo, como tertulianos.

En fin, es esta una palabra de origen oscuro pero con un presente vigoroso, aunque carente de prestigio, debido en gran parte a infames programas de televisión. De tal modo es así que, si nadie lo remedia, en breve pasará a engrosar la larga lista de insultos del vocabulario español, y en los atascos y peleas de bar, en vez de mentarse a las madres, se ofenderán unos a otros tildándose de tertulianos. Al tiempo.

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