Bártulo, bartolas y un niño prodigio

Detrás de la palabra bártulo hay nada menos que la historia de un niño prodigio.

Un niño llamado Bartolus, que nació en 1313, en  Sassoferrato, entre Roma y Florencia, por lo que pasará a la historia como Bartolus o Bartolo de Sassoferrato. Su talento fue tan claro y precoz que a los 14 años ya fue admitido en la Universidad de Derecho y con apenas 20 años ya era doctor en leyes. Impartió clases en la ciudad de Perusa desde 1339 hasta la fecha de su muerte, que aconteció muy pronto, un 13 de julio de 1357, con tan solo 43 años de edad.

Fue un profesor celebradísimo, rodeado de estudiantes de todos los puntos de Europa que venían a escuchar sus clases o a pedirle opinión sobre los más diversos temas legales. Su fama se debe a que escribió una cantidad ingente de comentarios sobre el derecho civil romano, que ya se había quedado obsoleto y no servía para resolver los problemas de su tiempo; amén de esto, también escribió varios tratados sobre diversos temas jurídicos. Por ejemplo, un libro de leyes fluviales, en el que establece la soberanía del Estado en el mar. Fue él quien expuso la naturaleza jurídica de dichas aguas y quien apuntó que la soberanía del mar no es ilimitada, como se creía hasta entonces. A él se debe, pues, el concepto de aguas territoriales para referirse a la limitada porción de océano que cada país puede considerar suelo patrio. Bartolo lo estableció en torno a las 100 millas.

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Su labor y su influencia en todos los campos del derecho fueron inmensa.  Se ocupó de la consolidación de fronteras entre los diversos reinos; estudió las relaciones entre reyes y señores y entre estos y sus vasallos. Problemas todos estos para los que el Corpus Iuris romano ya no ofrecía soluciones reales. Y fue Bartolo de Sassoferrato quien ofreció al mundo las mejores y más sensatas reformas.

 Y si por todas estas cosas ya era famoso en vida, cuando muere su figura toma dimensiones sobrehumanas, comparada por muchos a las de Homero y Virgilio. Muchos reinos de Europa y del Nuevo Mundo, tomaron sus opiniones como ley allá donde el viejo derecho romano ya no ofrecía soluciones claras. Tanto es así que entre los abogados se forjó un dicho: nadie es buen jurista si no es «Bartolista».

Bártulo de Sassoferrato dejó al morir dos cosas: un impecable prestigio y una obra inmensa. Esta obra, al poco de su muerte, se recopila en una Opera Omnia, es decir, unas obras completas, que todos los estudiantes tenían que aprender y todo buen jurista saberse al dedillo. A este libro o manual se le conocía como el “bártulus”. Y estudiantes y abogados tenían que cargar con los “bártulos” allá a donde fueran. Ya Juan de Arce, en sus  Coloquios de Palatino y Pinciano, de 1550, habla de “códigos y digestos, bártulos y baldos, sextos y clementinas”.  No obstante, el primer diccionario que recoge este término es el RAE de 1780 y dice que llamamos bártulos a las “Alhajas que se manejan o negocios que se tratan. Pudo tomarse de los libros de Bártulo”.

Aunque bártulo ha sido siempre una voz muy usada, el transcurso de cuatro siglos había conseguido difuminar su origen. Tanta fue la duda al respecto que en la edición de 1803 la Academia decide suprimir la etimología y no la volverá a incluir hasta 1884, cuando los lexicógrafos ya se habían asegurado de que nuestros bártulos y el profesor Bártulus eran parientes cercanos. A favor de la RAE hay que decir que desde entonces no ha dejado de incluir la etimología. Y ahí sigue, en la edición actual, homenajeando al viejo profesor.  

[Este artículo forma parte de la sección Te Tomo la Palabra que forma parte de Gente Corriente, programa semanal de Canal Extremadura Radio.]

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