Cirineo, bicoca, ganga… palabras que pasaban por allí

Hay gente dispuesta a cualquier cosa por perpetuar su nombre en un libro de historia. Incluso a matar. Pero la lengua, como la vida misma, es una guasona, y se divierte gastando bromas a la vanidad humana. A unos los arroja al olvido por más heroicidades o excentricidades que hayan hecho y, a otros, sin el menor mérito, los hace inmortales (entendiendo por inmortalidad la fatuidad de dejar tu nombre convertido en lema de diccionario). Es el caso de Simón de Cirene, al que debemos la palabra española cirineo, que el diccionario actual define como: persona que ayuda a otra en algún trabajo penoso.  

El único hombre que ayudó a Cristo

CIRINEO

Todo empezó cuando Jesús cargaba con la cruz, dio un traspié de puro agotamiento, y el centurión, al ver al condenado sin fuerzas, hizo que un hombre de entre el público cargara con la cruz hasta el final del camino. Esto lo cuenta el evangelio de Mateo, si bien de forma más que sucinta, pues apenas le dedica al asunto un par de líneas, en concreto, el versículo 32 del capítulo 27, donde dice: “al salir (del palacio del pretorio), se encontraron a un hombre de Cirene, que se llamaba Simón, a quien obligaron a llevarle la cruz”. El evangelio de San Juan no lo menciona, pero en Marcos y Lucas se repiten las palabras de Mateo, casi literalmente. Y en todos se hace notar el hecho de que fue obligado a llevar la cruz, puesto que Jesús, exhausto tras los latigazos, no podía con la carga.

Es decir, el tipo fue un forzado, una especie de reo subsidiario, por decirlo a lo elegante. Incluso Lucas da un detalle preciso “volvía del campo y lo cargaron con la cruz”. No hay nada piadoso en esto. Era solo uno que pasaba por allí. Sin embargo, la tradición acabó dándole la vuelta a la historia y convirtió al tipo – y con él a su nombre – en sinónimo de misericordioso. De ahí la definición (persona que ayuda a otra en algún trabajo penoso), y que, para ser más exactos, viene arrastrando por la lengua española desde que la escribieron los lexicógrafos del Autoridades de 1780.

Pero si algo caracteriza a la lengua española es por su capacidad para sacarle chiste a todo, sobre todo a lo solemne. Y la palabra cirineo no se escapó. Polo de Medina, en el último cuarto del siglo XVII, escribió estos versos cargados de humor:

Una gallega me sirve

(y sirve como gallega),

Cirineo de mi bolsa,

pues que la mitad me lleva.

A la hora de comer

 

En 1852, el Gran Diccionario de la Lengua Española de Adolfo de Castro y Rossi, recoge un valor nuevo dado a la palabra: “amante de una mujer casada”. Y al año siguiente, en el diccionario de Domínguez, se concreta aún más: “un cirineo es el amante de mujer casada que proporciona a su marido un suplemento en sus funciones conyugales”. O sea, que de forzado devino a socorrista, de socorrista se pasó a querido y de querido a auxiliar adjunto. Para que digan que la lengua no tiene sentido del humor.

La Academia nunca hizo eco de esta acepción burlona. Sin embargo, la acepción existió. Como autoridad, sirvan estos versos de La Academia del Ocio, escrita en 1762 por Ramón de la Cruz:

“la gasa y el marlí tanto han subido,

que no la alcanza el sueldo de un marido

y tiene que buscar un cirineo

que le ayude á llegar á este deseo”.

 

Circula por ahí otra teoría que afirma que los romanos pagaban un salario al ciudadano elegido para llevar la cruz del condenado a crucifixión que ya no podía hacerlo por sí mismo. En la Biblia, por supuesto, no se dice nada al respecto. Pero esto podría hacernos pensar que, en este caso, el tal Simón de Cirene, obtuvo una gran recompensa por tan poco esfuerzo. Y para tales casos la lengua española tiene dos palabras que podrían servir perfectamente para describir tal oficio. Una, sinecura, del latín sine cura, sin preocupación, que el DRAE define como empleo o cargo retribuido que ocasiona poco o ningún trabajo.

BICOCA

La otra, que es mi preferida, es la palabra bicoca, que el DRAE da como sinónima de chollo.

Pero bicoca no siempre fue un chollo. En un principio significaba “garita” tal y como recoge el Covarrubias de 1611. A partir de 1780 el RAE le añade una nueva acepción, definida como “cosa de poca estima y aprecio”, es decir, lo contrario de un chollo, y que tenía que ver con el escaso valor de esa garita, o fortificación, construida solo para salir del paso.

Fue en el suplemento del RAE de 1970 cuando la palabra bicoca añade una tercera acepción: “ganga, cosa que se adquiere a poca costa o bajo precio”. Y ya no tiene nada que ver con aquella garita sino con un acontecimiento histórico. La batalla de Biccoca que en 1522 llevaron a cabo las tropas españolas bajo la bandera del emperador Carlos I frente a las francesas del rey Francisco I. Se dice que esta batalla fue la primera en que las modernas armas de fuego desplazaron definitivamente a las tradicionales espadas y lanzas. Solo que en aquella ocasión los modernos eran los españoles, que causaron numerosísima mortandad en las tropas francesas sin que ellos apenas causaran bajas. Un chollo. Al menos para los españoles. De ahí que la palabra bicoca signifique en español lo que significa mientras que en francés se define como “desastre, casa en ruina”.

GANGA

Sin embargo, la palabra que más fortuna ha tenido para referirnos a un bien que se obtiene por un precio inferior al que corresponde es, a parte de “chollo”, para la cual no hay etimología, la voz “ganga”. Chollo es de reciente creación. La RAE lo incorpora en 1983. Ayer, como quien dice. Ganga, sin embargo, la recoge ya el Covarrubias en 1616, si bien con un significado distinto al que le damos ahora. Decía que “andar a caza de gangas es andar perdiendo el tiempo pensando en alcanzar una cosa que cuando nos parece tenerla al alcance se nos desbarata”. 

Cuando la RAE la define por primera vez en 1734 dice que es “cosa sin sentido o útil”. Es la ironía la que hace que la palabra signifique justo lo contrario de lo que se quería expresar en un principio. Y así, ya en el RAE de 1803 se dice que ganga es “cualquier cosa apreciable que se adquiere a poca costa”. En realidad, ganga es un pájaro parecido a la perdiz cuyo canto no debía sonar muy bien a los oídos antiguos pues se llamó gangoso a los que recordaban al canto de la ganga al hablar.  La pobre ganga, que como Cirineo, solo pasaba por allí.

Puedes escuchar este episodio de Te tomo la palabra (en Gente Corriente de Canal Extremadurapinchando aquí.

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