El diccionario a ritmo de chundachunda

El diccionario no dicta normas, se limita a recoger el uso y, como mucho, a recomendar unos usos sobre otros. Es decir, el diccionario es el notario que registra la forma de hablar de cada época. Si en la calle se dice almóndiga, por ejemplo, y si hay textos, ya sean literarios o prensa escrita que recogen esa voz, pues la obligación del diccionario es registrar la voz, dar constancia de ese uso.

Esa es la función del diccionario.

Antes, cuando regía el diccionario de papel, las palabras que caían en desuso debían ir a parar al diccionario histórico, por no engordar más de la cuenta al diccionario normal, aunque, en puridad, nosotros nunca tuvimos un diccionario histórico. Pero ahora, con el diccionario en línea, esto no tiene porqué ser así.

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Buscas la palabra almóndiga y la encuentras marcada como voz en desuso y te remite a la voz albóndiga, que es la que usamos en la actualidad. Pero lo que le está diciendo al usuario es que alguna vez, en alguna parte del territorio nacional, la voz almóndiga tuvo un uso normalizado.

Es decir, que el diccionario hace bien en recoger todas las palabras que están y que han estado en boca de los hablantes. Porque de ese modo, cuando uno eche la vista atrás y vea la edición de tal o cual década, podrá ver y entender las palabras que usaban los usuarios de tal o cual generación.

¿Cómo llega chundachunda al diccionario?

No se trata de que en el DLE entre la primera tontería que se escucha en las tabernas o en las redes sociales. Hay un proceso.

Un equipo que estudia la palabra en cuestión y que determina si ha pasado el tiempo suficiente como para incluirla. Aunque, ahora, en tiempos de lo digital, los tiempos se han reducido. Pueden pasar un par de años entre que se propone una palabra y que se acepta. Antes, claro, los tiempos eran más dilatados.

Entre las novedades recientemente incorporadas en esta edición 23.7, me quedo con la palabra “chundachunda”, tan sonora ella. Lo cierto es que, con el sentido que nosotros le damos, solo se usa en el español peninsular, donde todo el mundo sabe que un chundachunda es un ruido insufrible, “una música fuerte y machacona”, según la define el diccionario.

Sin embargo, en el español de México, la palabra chunda o chundo puede significar varias cosas: que pertenece a una clase social baja; que alguien o algo tiene mal aspecto, es feo o está defectuoso. Es decir, lo que por aquí viene siendo “alguien o algo chungo”.

Camilo José Cela la usó en 1988 en su novela Cristus versus Arizona, aunque es verdad que en un sentido más mexicano que castellano, pero en un artículo de 1994 escrito por Ruth Baza en el Mundo leemos: “Fueron 90 minutos de metal extásico que hizo retumbar las paredes del local a golpe de «chunda, chunda» electrónico”.  Ella la escribe en dos palabras separadas por comas. Pero desde los noventa para acá la palabra se usó tanto que rompió barreras, se comió la coma y se transformó en una sola palabra, aunque la RAE sigue aceptando los dos modos.

Chunda Chunda - YouTube

La onomatopeya tras chundachunda

Su etimología es claramente onomatopéyica. Es decir, es una palabra que trata de imitar al sonido que pretende definir.

En castellano son muchas las onomatopeyas que han acabo convertidas en palabras serias y formales. Pienso, por ejemplo, en tacataca, o tacatá, que el diccionario define como andador y, si te fijas, tiene la misma estructura que chundachunda, ambas están compuestas por dos sílabas que se repiten para dar la apariencia de un sonido particular.

Pero no todas las onomatopeyas tienen por qué ser así, por supuesto. Las hay muy diversas; solo que, como hablamos de chundachunda, citaré otras que tienen por origen y objetivo la imitación de un sonido. Todas ellas están recogidas en el diccionario de la lengua castellana:

  • Muac: onom. Para imitar el sonido del beso.
  • Plas 1. onomat. U. para imitar el sonido que hace un golpe, sobre todo en un líquido.
  • Boom Voz ingl., y esta de or. onomat. 1. m. Éxito o auge repentino de algo
  • Tictac: 1. onomat. U. para imitar el sonido acompasado que produce el escape de un reloj.

 En la palabra chundachunda hay un matiz negativo que no tienen las que acabo de citar. Esto es así porque no habla de cualquier sonido sino del muy machacón, tal y como consta en la definición del diccionario: “música fuerte y machacona”. Teniendo en cuenta que machacón es algo que se repite con insistencia y pesadez. Es decir, un chundachunda es, por decirlo a la extremeña, una música pejiguera.

El chundachunda, un sonido pejiguera

La palabra “pejiguera” se define como “algo fastidioso, latoso o excesivamente exigente”.  Un chundachunda es pejiguera en cuanto ruido fastidioso y latoso, pero no precisamente por lo de exigente.

La palabra pejiguera proviene de la voz latina persicaria, que era una especie de melocotoncillo picante, molesto al paladar, que derivaba, a su vez, del griego persicón, que significa persa, para referirse a un tipo de melocotonero. El árabe hispánico, que carecía de sonido b y solía mutarlo por una p, añadió su artículo AL a la voz persicón, mutando la p en b, como ya he dicho, y es así como se forma la voz albérchigo en castellano.

Hay varias palabras que han sufrido el mismo proceso. Por ejemplo, la voz albéitar, que es como antes se llamaba a los veterinarios, palabra que procede del griego hipiatrós, compuesta de hipos (caballo) y atros (médico), pero el árabe hispánico añade el artículo al, muta la p por la b, y la convierte en albéitar, como queda dicho.

El mismo proceso lo encontramos en la palabra albóndiga, que en un principio significaba nuez póntica (del griego káryon pontikón), por aquello de que era una bola de carne semejante a una nuez. El árabe hispánico añade su artículo AL a la voz pontikón, muta la p por b, y ya tiene usted cocinada la típica albóndiga española, que, por cierto, en muchos sitios y durante mucho tiempo, se pronunció y se escribió almóndiga, y así viene recogida en todos los diccionarios de lengua castellana desde 1726.

De ahí que el diccionario, con buen criterio, la siga recogiendo y la defienda aún, aunque la marque como voz en desuso. No obstante, su obligación es recogerla y definirla, por más que haya pejigueras dando la matraca con el chundachunda de que el diccionario está solo para recoger las voces reglamentarias. Pues no señor. En el diccionario cabe todo lo que a los hablantes les sale por la boca.

Puedes escuchar este episodio de Te tomo la palabra (en Gente Corriente de Canal Extremadurapinchando aquí.

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