Afrodisíaco. La historia de la eterna seducción

Esta es la historia de un sueño eterno, el de la eterna seducción. Está relacionada con el amor carnal, pero, no con el que brota de forma natural y al calor de un lecho consensuado sino, sobre todo, con ese otro, más espurio, que se estimula través de ciertas comidas, de secretas pócimas y de ensalmos mágicos. En no pocas ocasiones, lo afrodisíaco se buscó para torcer la voluntad de otra persona. Es el meollo de la Celestina. Y, mucho antes, del Satiricón, novela de Petronio, siglo I d. C.

Antes de afrodisíaco fue satirión

Pero la palabra afrodisíaco no es tan vieja. Lo que es viejo es el deseo de excitar la carne, la propia y la ajena. Más vieja que afrodisíaco es la palabra satirión.

En Grecia se denominaba satirión a toda bebida que excitaba el apetito genésico. Es lo que busca el personaje de Petronio, un remedio contra la impotencia masculina.

En español el satirión se encuentra ya en el Tesoro de la lengua castellana de Covarrubias de 1611 y de él se dice que es “una yerba llamada así por mover a la lujuria”, aunque apenas se usó como palabra para describir aquello que excita o estimula el apetito sexual. Preferimos llamarlo afrodisíaco. Solo que tardó en cuajar. La primera documentación data de finales del siglo XVII, pero no fue sino hasta bien entrado el siglo XIX que un diccionario de lengua española se aviene a recogerlo. En concreto, el de Vicente Salvá de 1846, en el que se define la palabra como lo “propio para excitar los placeres del amor”.

Afrodita y su regalo afrodisíaco

Tiene su origen esta palabra en los poderes atribuidos a la diosa Afrodita, la que nació cuando la sangre de los testículos de Urano cayó al mar dando ocasión a que se formara un coágulo de espumas de la que nació Afrodita, que es, en puridad, lo que significa este nombre: αφροσ, afros: espuma.

La cuestión es que Afrodita tuvo desde siempre mucho predicamento como diosa del amor y de la concordia, pero como el amor tiene muchas caras y unas veces puede mostrarse casto y sublime y, otras, vulgar, según le convenga, es por eso que a los antiguos no les bastó una sola diosa para encarnar tantos matices. Así Afrodita Urania representaba la diosa del amor honesto y virtuoso, mientras que Afrodita Pandemos personificaba al amor carnal, grosero y común.

En cualquier caso, Afrodita, con el correr de los siglos, sufrió una curiosa transformación, a la par, es de suponer, que la iba sufriendo la mentalidad de sus fieles. Si en un principio la diosa estaba relacionada con el matrimonio y con la familia, teniendo bajo su protección tanto a la mujer doncella como a la casada, pasó, con el tiempo, a ser una divinidad licenciosa, olvidando sus acometidos maternales y maritales a favor de una vida más carnal y erótica, que es como ha llegado a nuestro conocimiento.

Lo afrodísiaco y la comida

La primera documentación que disponemos de esta palabra con el significado descrito data del siglo XVIII, en el libro Relación histórica del viaje a los reinos del Perú y Chile, escrita hacia 1793 por Hipólito Ruiz, donde hay un fragmento que dice “Estas Papitas ó raíces turmosas, del candor de avellanas, son muy gustosas, ardientes y afrodisiacas, ó que excitan la venus; por lo que muchos creen que prestan fecundidad á hombres y mujeres”.

Y es que, donde más éxito ha obtenido la palabra afrodisíaco es en el ámbito de la comida. Así, en el Manual de higiene privada, de Tomás Orduña, escrito en 1881, se dice que “Pasan por especialmente afrodisíacos las alcachofas, los espárragos, las setas, las trufas, los riñones de los mamíferos, los peces, los crustáceos, los moluscos, etc., etc.”.

Pero, a pesar de lo que diga el bueno de Orduña, lo cierto es que hasta el momento no se ha descubierto mejor afrodisíaco que la imaginación, huevo del que han surgido los mismos dioses. Vale, la pastillita azul también ayuda, pero, para quien pueda prescindir de fármacos, pócimas y ungüentos, no hay afrodisíaco como una mente abierta, compañía alegre y ánimo vivo. Y que lo que santa Afrodita te dio, que Santa Venus te lo bendiga.

Puedes escuchar este episodio de Te tomo la palabra (en Gente Corriente de Canal Extremadurapinchando aquí.

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